Esta noria situada en el margen izquierdo del camino, popularmente conocido, “de los cuartos catalanes” es una sencilla máquina que en su origen debía estar compuesta por dos grandes ruedas, una horizontal movida por una palanca de la que tira una caballería y otra vertical que engrana con la primera y lleva colgada una maroma con arcaduces para sacar agua de un pozo. Las norias tienen aplicación en zonas llanas donde el nivel del agua no se encuentra a demasiada profundidad, de manera que la maroma de cangilones no sea demasiado larga ni demasiado pesada. Las dimensiones son bastante considerables, destaca la arcada montada que tiene en su interior que está realizada en ladrillo árabe y canto de río.
Es de destacar también la belleza de su manufactura interna en la que se puede apreciar los sistemas de soporte del peso en una combinación maestra de elementos tan simples como el ladrillo y los cantos.
Los árabes emplearon las norias no sólo en la agricultura sino también para abastecimiento urbano y de baños públicos. La construcción de las norias la llevaban a cabo maestros carpinteros utilizando “maderas duras” previamente curadas. El uso de clavos o soportes de hierro era escaso o nulo, sustituidos por cuñas y ensamblajes de madera. Las vasijas, llamadas jarros o arcaduces tenían una capacidad de unos 4 litros, estaban hechas de barro y llevaban un pequeño agujero al fondo para su vaciado una vez que dejaba de girar la noria. Éstas iban unidas mediante “guitas” a la maroma.
Los pozos de noria son alargados, casi siempre rectangulares y como los demás pozos, fuentes, galerías subterráneas y otros sistemas de captación de aguas se localizaban generalmente en las zonas abancaladas que existen junto a las ramblas, buscando las corrientes subterráneas de aguas poco profundas con que abastecer a las fértiles huertas y núcleos de población. El nuestro así como otro que existe en sus cercanías son de planta circular. El entramado de la noria se colocaba sobre una plataforma elevada, de aquí bajaba el agua para depositarse en la balsa y luego, mediante un sistema de turnos de riego llamados tandas (caso de ser comunal la noria y la balsa), se regaban los bancales. En esta noria faltaría una balsa cercana donde se recogía en agua así como una rampa aneja por la que subiría el equino encargado de hacer circular la maquinaria.
Es interesante su ubicación, pues se encuentra paralela a una antiguo ingenio de azúcar que se construyó a principios del s.XIX, “San Javier” sus antecedentes se remontan a 1815, aunque al año siguiente se materializó una nueva escritura entre sus tres socios: Francisco de León Bendicho, Antonio de Escobar y Manuel Agustín Heredia. Destaca el gran acueducto que conducía el agua para su funcionamiento y un gran arco de ladrillo de su nave principal. En el informe de Ramón de la Sagra de 1845 aparece este ingenio como sin uso desde hace ya muchos años por lo que se deduce que el período de actividad fue muy corto.
De norias como ésta estaban llenos nuestros campos hace escasamente medio siglo, explotando los escasos recursos hídricos de que disponíamos de manera racional, ya que la escasa profundidad de los pozos impedía abusar de las extracciones, manteniéndose por tanto los niveles freáticos. La introducción de potentes motores hizo que dejaran de usarse estos sistemas tan elementales pero que han estado vigentes durante casi mil años.